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Somos familia: COVID-19 une a los trabajadores de primera línea en el Centro Médico de Hershey

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Martha Jansen estudia un banco de monitores de computadoras en una unidad temporaria para COVID-19 en el Centro Médico de Hershey. Líneas rayadas y números brillantes vigilan el pulso, la temperatura y el nivel de oxígeno de los pacientes.

Después de un momento, Jansen produce un teléfono inalámbrico y marca un número.

“Hola, es Martha, su enfermera,” ella dice. “Estoy aquí mirando sus números, y se ven increíbles. Llamó a su esposa?”

Jansen pausa y una sonrisa apenas juega por su cara.

“Ay, ella lo amará por eso,” Jansen dice.

Ella mira hacia una puerta a unos pies de distancia. Adentro, un hombre está en el otro lado de la línea, hablándole a ella desde su cama de hospital. El vidrio y acero bloquea a Jansen, una enfermera registrada, de tocar la frente del hombre o apretar su mano para aliviar la ansiedad.

Hablando con los pacientes con COVID-19 que todavía están capaces de conversación por medio de teléfono es una innovación de Jansen diseñada para limitar las visitas a los cuartos. Entrar en un cuarto de hospital y tratar a alguien de la manera convencional paciente-enfermera requiere, por lo menos, vestirse meticulosamente con un montón de equipo suficiente para espantar a un astronauta. En la peor situación, puede significar estar expuesto a un virus que ha transformado el mundo y llevado también a su profesión.

Apunta al imagen abajo para revelar los controles para la presentación de fotos.

COVID-19 units at Hershey Medical Center

Así es ser enfermera en este normal nuevo. Durante las primeras semanas del pandémico, el Centro Médico Hershey ha manejado sus calificaciones únicas para manejar la crisis. Es uno de muchos hospitales académicos en el país que han recibido fondos para infraestructura y entrenamiento especial para ofrecer atención médica durante un brote de un contagio seriamente letal y ayudar a hacer lo mínimo su propagación. Técnicas heterodoxas como eso de Jansen de llamar a un paciente para una actualización menor son el resultado de horas y horas de entrenamiento y práctica dentro de un salón de clase.

Pero al expandirse las horas y semanas, mucho de lo que el personal de Hershey ha aprendido ha sido inesperado. Algunas de las lecciones han sido sencillas – cuál es la manera más segura llevar a un paciente al baño? Otras han sido dolorosas – cómo se puede permitir que un miembro de una familia despida a un ser querido cuando puede significar arriesgar su vida?

Y, por todos los momentos altos y bajos, los miembros del equipo en departamentos tan distintas como atención pediátrica y la diálisis de riñones se han convertido en algo que nunca esperaban – una familia.

EL PLAN

En 2015, para responder a preocupaciones que un brote del virus Ébola en África puede causar repercusiones en los Estados Unidos, el Centro Médico de Hershey se hizo uno de un grupo élite de hospitales para ser designado un Centro de Tratamiento de la Ébola por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades y el Departamento de Salud de los Estados Unidos. Con la ayuda de fondos de beca para empezar el programa, el hospital construyó espacios de aislación y cuartos de simulación. Docenas de trabajadores de salud por todo el hospital se hicieron voluntarios para tomar un entrenamiento especial de patógenos.

Cada tres meses, el Equipo de Patógenos Especiales de Hershey actualiza su entrenamiento. Los miembros practican ponerse y sacarse el equipo de protección, consideran la mejor manera de mantener estéril el equipo y proteger a los pacientes y ellos mismos de los gérmenes mortales. Lecciones que duran de una hasta ocho horas se realizan en el Centro de Simulación Clínica del hospital, en espacios diseñados para aproximar a los cuartos de hospital o en prácticas que son para toda la comunidad del área de Hershey.

El equipo nunca tuvo necesidad de usar su entrenamiento para evitar que algo como la Ébola se propagara en su comunidad. Entonces, llegó el coronavirus.

Dra. Jennifer Cooper ajusta su equipo de protección personal fuera de una habitación de hospital.

Dr. Jennifer Cooper se pone el equipo personal de protección antes de cuidar a un paciente en la unidad COVID-19.

Rápidamente, el Centro Médico Hershey desarrolló un plan para manejar su porción del pandémico. Aunque su trabajo preparándose para la Ébola le ayudó, COVID-19 requirió una reinvención y un cambio filosófica.

Hasta el aire se tuvo que desviar. La mayoría de los cuartos para pacientes en Hershey son ambientes de “presión positiva,” diseñados para proteger a los pacientes adentros de la posibilidad de infección en los pasillos. Para el COVID-19, el hospital necesitaba el revés – presión negativa para prevenir que los gérmenes dentro de los cuartos se escaparan, donde pueden infectar a los médicos y enfermeras. Hershey tenía algunos cuartos de presión negativa, pero los ingenieros del departamento de facilidades tuvieron que construir muchos más y buscar espacio adicional para modificar.

Oficiales del Centro Médico también tuvieron que redistribuir su personal. Al principio, pareció que no tuvieron el personal suficiente para cubrir todo.

Dr. Ami DeWaters, asistente encargada de la división de medicina interna, y su equipo desarrollaron un plan para que los médicos de varios departamentos se mudaran para ayudar con los 140 pacientes regulares más encima el sinnúmero de pacientes positivos para el COVID-19 que ya pronto empezarán a llenar los cuartos.

Pero eso no pasó. En parte, fue porque el Centro Médico trabajó para posponer procedimientos no esenciales y en parte, fue porque los pacientes optaron quedarse en casa para seguir el protocolo de distanciamiento social, los procedimientos no COVID se empezaron a caer. “Hemos estado muy afortunados,” DeWaters dijo, “ya que hemos logrado completar todos nuestros equipos sin tener que pedir ayuda de otras divisiones.”

Ahora, hay una lista de espera para juntarse con el Equipo de Patógenos Especiales, y voluntarios están viniendo a los espacios convertidos a unidades para el COVID-19.

El primero tomó control de la Unidad de Atención Intensiva de Cirugía y Anestesia del Centro Médico (SAICU, por sus siglas en inglés). El segundo se abrió en el Departamento de Emergencia Pediátrica. Otros se pueden abrir en otros lugares si sea necesario. Ojalá que no, dice Dr. Muhammad Khalid, encargado de la división de Medicina Hospitalaria.

Entre la llegada de trabajadores de salud y pacientes, el Equipo de Patógenos Especiales ha tocado un papel importante.

Tal vez, el papel importante.

“Cada hospital tiene un plan de pandémico,” Khalid dice, “pero nosotros hemos recibido el entrenamiento. Ha sido toda la diferencia para nosotros.”

UNIDAD COVID-19

Un día, en la Unidad temporal nueva de COVID-19 en el SAICU, Khalid estaba poniéndose su equipo de protección cuando Jansen lo paró.

Lo hace equivocado,” le dijo.

Jansen, una enfermera ingeniosa del Instituto de Cáncer de Penn State, fue parte de la clase inicial de entrenamiento de los Patógenos Especiales.

“También le ayudó con su manera de lavar manos,” dijo ella, riéndose. La clave: cantar una canción entera al lavar – “Feliz Cumpleaños,” por ejemplo. Lavar los dos lados. No se olvide las uñas. Jansen suavemente molesta a sus colegas en una manera leve (pero igualmente no tan leve), mirándolos por las ventanas y fingiéndose lavar las manos en el aire.

Khalid hace risitas sobre la ayuda, pero aprecia el valor. Los miembros del Equipo de Patógenos Especiales son los expertos. Entienden el equipo. Saben la manera de esterilizar correctamente a los ventiladores, equipo de rayos X de pecho, los métodos para entrar y salir de cuartos.

El personal que se hace voluntario en las unidades COIVD-19 muchas veces no tienen ese entrenamiento especial de patógenos, pues los del equipo comparten lo que saben. Un martes, representativos de seis departamentos distintos trabajaron en la unidad temporal en el Departamento de Emergencia Pediátrica.

Las puertas de vidrio selladas hacen desfile en el pasillo principal en forma de L. Los cuartos de pacientes están ordenados de loo menos serios – personas bajo investigación, o PUIs, por sus siglas en inglés, hasta los más serios – los pacientes con COVID-19 que tal vez pronto sean llevados a la unidad de atención intensiva. En este día, hay 12 en residencia. Poderles ver requiere mirar alrededor de números grandes tipo bloque de los cuartos, cada uno marcado con la extensión telefónica del cuarto (otra innovación de Jansen. Lo hace fácil llamar a sus pacientes.)

También hay dibujos hechos en marcador de Winnie the Pooh y Mike Wazowski de la película “Monsters, Inc.” para levantar los espíritus. Se invita a cualquiera persona dibujar, pero la mayoría son de la mano de un enfermero lacónico flotante que se llama Stephen Supernavage.

Hombres y mujeres en batas se paran en círculo en el área común de un hospital y miran documentos.

Los miembros del equipo de Enfermedades Infecciosas reciben una actualización en la unidad COVID-19.

FAMILIA

Los papeles clásicos de cada trabajo se van por la ventana en la Unidad COVID-19, dice Khalid. Un momento, está ayudando con tratamiento y diagnóstico, y el próximo, está llevando bandejas de almuerzo o ayudando que alguien pase al baño.

“Somos todos una familia,” él dijo. “Y nos cuidamos el uno al otro.”

Los enlaces se formaron rápidamente, a pesar de barreras de departamentos, y estos enlaces han mejorado el tratamiento. Los trabajadores de varias esquinas del hospital tienen maneras distintas de hacer sus trabajos, explicó Jansen, y a veces las soluciones se esconden en estas diferencias. Una sección del hospital tiene inodoros dentro de los cuartos. Otra, no. Buscar la mejor manera para que los pacientes se alivien fue una conversación de varios días con mucho intento y error.

Estas conversaciones pueden resultar en mejor política, dijo Dr. Jennifer Goldstein, la oficial médica encargada asociada, quien regularmente pasa por las unidades para ayudar con los pedidos.

“Al alistar las unidades y empezar cuidar a los pacientes,” ella dijo, “logramos identificar rápidamente áreas de enfoque y ajustar de una manera apropiada y rápida e incorporar estos procesos al expandir y abrir otras áreas para un aumento de pacientes.”

Todo, DeWaters dice, se hace más grande en la primera línea. Los momentos altos vuelan. Cuando un paciente está dado de alto, la celebración le puede motivar hasta lágrimas.

“Lo sientes,” dijo ella. “De verdad.”

Pero los momentos bajos pueden ser insoportables. Cuando la primera persona se murió del COVID-19 en el Centro Médico Hershey, la política del hospital, diseñada para proteger a las personas de infección, no permitió a los miembros de familia de afuera visitar.

“Ese día tal vez fue el más duro de mi vida,” Khalid dijo, “porque tuve que decir a alguien que no pudieron estar con su ser querido.”

Jansen y Khalid ambos trabajaban en ese turno. Se consolaron el uno al otro.

“Nos hemos convertido en una familia,” él repitió.

Para algunos, la familia de la Unidad COVID-19 ha reemplazado otra. Muchos de los trabajadores no han regresado a sus casas desde que empezó la crisis hace semanas. Muchos duerman algunas horas entre sus turnos en el Hershey Lodge. Algunos tienen miedo de contagiar a sus familias con el virus, optando hablar con ellos por puertas de vidrio o por teléfonos celulares.

Para las enfermeras como Jansen, consolar es parte de su carácter.

Las restricciones impuestas en ella y sus colegas por el virus a veces la convierten torcida con nudos.

“Cuando uno está enfermo,” ella dijo. “uno quiere alguien allí sobando su frente. Todos aquí estamos como…” ella hizo pantomima, agarrando las esquinas de un escritorio en frustración. Las enfermeras quieren poder entrar en un cuarto y ayudar a sus pacientes, ella explicó.

En cambio, lleva su teléfono y se queda mirando la puerta de vidrio.

 

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